Marcos pasa al interior con María, coordinadora de su tratamiento y se sienta en un sillón para seguir con el programa trazado por la doctora Sada. Después de unos minutos se levantan y se acercan a los padres. María les explica cómo está evolucionando Marcos y de qué modo se está reorganizando su dentadura para conseguir una mordida perfecta y una bonita sonrisa. Les pregunta sobre la higiene que está llevando Marcos, si está asumiendo él mismo la responsabilidad de cuidarse y se preocupa por su evolución escolar.
Llegar hasta este punto fue muy sencillo; un compañero de clase de Marcos ya había iniciado el tratamiento el año anterior, -la Sociedad Española de Ortodoncia recomienda una primera visita alrededor de los 7 años,- y sus madres habían charlado sobre el tema. “En la primera visita nos hicieron algunas preguntas y tomaron fotografías de la boca del niño –le había comentado la una a la otra-, nos reunimos con la doctora Sada y esta nos hizo un primer diagnóstico y nos describió cómo sería el tratamiento, el niño estuvo entretenido en la sala de juegos y en apenas 1 hora ya teníamos listo también el presupuesto”. Y es que una de las normas de la casa es que los procesos sean sencillos y naturales y se trata de minimizar el número de visitas. “Un tratamiento no puede ser una carga más para los padres –explica la doctora Sada- por eso las coordinadoras gestionan un planning establecido de principio a fin para su tranquilidad y el niño asume desde muy pronto sus obligaciones”.
Se abren las puertas de cristal y Marcos vuelve a casa con sus padres; hoy ha aprendido que no se debe exagerar al hablar de sus propias notas y que es muy importante lavarse la boca siempre después de comer. Aunque disimula, no puede evitar una sonrisa; ha ganado varios puntos en su tarjeta esfuerzo-recompensa y pronto le corresponderá un regalo …