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Me encantan los niños, su sonrisa, su energía, lo admito y es una de las razones por las que trabajo en el centro de la doctora Myriam Sada en Aravaca (Madrid). También yo me llamo Miriam, pero me gusta más escribirlo con i latina. Lo conocí por una de sus coordinadoras de tratamiento, Lucía, y ahora ¡soy su compañera en Madrid! Y es que el centro de ortodoncia de Myriam Sada me sedujo por muchas cosas pero sobre todo porque lo vi desde el principio muy diferente a otros centros, divertido, acogedor, único.
Esto no significa para nada que aquí los tratamientos de ortodonciase traten a la ligera; muy al contrario, pero se da ese toque que significa confianza y cercanía. Y para eso cuenta todo: desde el momento en que entras por la puerta hasta la zona de juegos, la zona de higiene, el trato que damos, los puntos y todos los regalos que los pacientes pueden conseguir, que son un premio a su esfuerzo, etc. Esto es importante porque permite al paciente, sobre todo si es un niño, relajarse y sentirse como en casa; así podemos abordar los tratamientos de ortodoncia en las mejores condiciones y llevarlos a buen puerto.
Al final he aprendido que la ortodoncia es fundamental para mejorar tu salud; la gente piensa que solo es tener unos dientes rectos y bonitos y no es así, son muchas cosas más, como masticar correctamente o solucionar algún problema óseo antes de que con el paso del tiempo nos llegue a dar más problemas.
Para todo ello es muy bueno conocer bien a nuestros pacientes porque cuanto más los conoces más relajada estás tú también y mejor haces tu trabajo. Con los niños esto resulta mucho más fácil porque son una caja de sorpresas; un día cuando estaba colocando un aparato de ortodoncia a un niño le dije “abre grande y no cierres que el pegamento sabe un poco mal”. El niño, algo travieso cerró al momento y salta “¡¡¡ ummmm!!!!!! Qué rico está, sabe a tinta de calamar…” Me estuve riendo toda la tarde; en momentos como ese te das cuenta de ¡lo mucho que te dan los pacientes!