El dentífrico es un elemento cotidiano de nuestra higiene bucodental, pero ¿te habías preguntado alguna vez cuándo apareció por primera vez? ¡Hace más de 2.400 años! Su composición se halló escrita en un papiro del Antiguo Egipto: era una mezcla de sal, pimienta, hojas de menta y flores, llamada clister.
El egipcio no fue el único pueblo de la antigüedad que usaba colutorios curiosos para cuidar de su boca, en la Roma Clásica, un elemento esencial era ¡la orina humana! Afortunadamente hemos evolucionado en ese terreno…
También eran muy frecuentes en la antigüedad los dentífricos abrasivos donde se mezclaba miel con cáscara de huevos o conchas machacadas, e incluso ¡piedra pómez o pezuñas de animal! No será hasta el S. XIX cuando se empiece a popularizar su uso, aunque no siempre acertadamente, pues la tiza, ladrillo o pan quemado eran elementos habituales en su composición. Uno de los dentífricos más vendidos fue la pasta Email Diamant Rouge que enrojecía las encías creando mayor sensación de contraste, de ahí sus supuestas propiedades blanqueantes… Más asombrosa aún a mitad del S. XX, la pasta radioactiva Doramad producida en Alemania ¡Sí, radioactiva, porque la moda de lo nuclear también llegó al aseo!
Este es un pequeño repaso a algunas curiosidades históricas que dejan patente la preocupación tanto estética como por motivos de salud en diferentes partes del planeta a lo largo del tiempo. Aunque es cierto que muchos de estos inventos hoy nos resultan delirantes y asombrosamente desagradables, afortunadamente, han quedado atrás. En el mercado encontrarás gran variedad de pastas dentales y enjuagues bucales, su uso diario y una alimentación saludable, ¡son una buena manera de cuidar de nuestra boca!